lunes, 27 de diciembre de 2010

EL CLÉRIGO DE LA REVOLUCIÓN

Durante estas fechas, más que en cualquier otra época del año, se habla mucho de generosidad y compasión. Por eso es bueno recordar a aquellas personas que han dado su vida par ayudar a los que más lo necesitaban. Algunos han renunciado a sus posesiones y privilegios y otros incluso a su propia fe. Este es el caso de Gaspar García Laviana un hombre desesperado que colgó los hábitos para coger el fusil. 

Este asturiano vino al mundo en el año 1941 en un lugar conocido como Les Roces, dentro del pueblo La Hueria de Carrocera (San Martín del Rey Aurelio). Sin embargo pronto se trasladaría a Tuilla donde vivió la mayor parte de su niñez y donde todavía se conserva vivo su recuerdo. Tras concluir los estudios básicos acabó en Logroño y se ordenó sacerdote de la orden Sagrado Corazón. Más tarde, se instaló en Madrid donde compatibilizó el sacerdocio con un trabajo en la carpintería de su barrio y ya por aquel entonces mostraba un especial interés por implicarse en la vida social.

Finalmente, Gaspar decidió abandonar el país para marcharse como misionero a Nicaragua, hecho que daría un giro definitivo a su vida y también a sus creencias. Allí descubrió las condiciones en las que tenían que sobrevivir los campesinos y sus familias, cuya lucha contra la pobreza y la explotación marcaban su rutina diaria. En aquel momento, el país estaba en manos de la dinastía familiar de los Somoza que gobernaron Nicaragua entre 1934 y 1979 y a pesar de sus medidas represoras la gente comenzaba a cansarse. El abuso de autoridad era flagrante y más de lo que Laviana podía soportar por lo que no dudó en alzar la voz y la pluma para denunciar la situación que vivía la gente de aquel país. Esto le costó muy caro y, tras ser acusado de comunista , en 1977 comenzó a recibir amenazas y a ser espiado por los agentes de Somoza. Por aquel entonces en Nicaragua se había creado una organización política socialdemocrata y de izquierdas conocida como el Frente Sandinista de Liberación Nacional que desde los años 60 llevaba realizando acciones políticas y armadas contra la dinastía de los Somorra. Gaspar, influido por la teología de la liberación, ayudaba a los sandinistas como correo y ,sobre todo, otorgando a los campesinos el arma más poderosa de todas, la educación. A pesar de su esfuerzo, pronto se dio cuenta de que todo aquello no era suficiente para devolver el poder al pueblo y decepcionado con la autoridad, finalmente acabó tomando las armas, lo que propició uno de los lemas más acuñados por los sandinistas “Entre Cristianismo y Revolución no hay contradicción”. 

El comandante Martín se convirtió en todo un símbolo de la revolución y de él se decía que era el primero en entrar en combate y el último en retirarse. Su influencia en el movimiento sandinista llevó al nuevo gobierno a dar prioridad a la asistencia médica, a denunciar la prostitución y a realizar una reforma agraria en su nombre.


Su muerte el 11 de diciembre de 1978 en combate, le convirtió en un mártir de la causa y hospitales, escuelas y bibliotecas fueron bautizadas con su nombre. En su tierra natal tampoco le olvidan y cada año se celebra el aniversario de su fallecimiento. Ya han pasado treinta y dos años pero en Tuilla no faltan flores en el monumento alzando en su honor donde anualmente se le rinde homenaje , lo mismo ocurre en el Valle de la Hueria Carrocera donde además, la Asociación de Amigos del Valle de la Hueria le ha propuesto como hijo predilecto del municipio y también ha reivindicado ante el ayuntamiento que la senda que discurre por el trazado del antiguo ferrocarril minero de Carrocera lleve su nombre.

Gaspar demostró que hay algo más importante, algo que está por encima de creencias, ideologías, religiones y política, el derecho a la vida y sobre todo el derecho a defenderla.

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