"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas,las florecillas rosas, celestes y gualdas. Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal." Platero y yo, Juan Ramón Jiménez.
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El otro día leí en el periódico una noticia ocurrida concretamente en Langreo, protagonizada también por seres humanos y por un animal, aunque en este caso, los primeros resultaron ser las verdaderas bestias. Estos sucesos siempre consiguen conmoverme quizás porque las víctimas casi nunca son ajusticiadas y la mayoría de las personas no parece reparar en ello. Esta vez y para mi sorpresa, sí que hubo consecuencias, el brutal acto fue castigo y condenado. Los hechos ocurrieron hace tres años en Ciaño-Langreo cuando tres individuos trataron de arrojar a una yegua enferma a una escombrera y al ver que se resistía golpearon repetidamente al animal que acabo falleciendo en el fondo de dicha escombrera. La pena se reduce a tres meses de cárcel que probablemente no se lleguen a cumplir y tampoco podemos exigir que se juzgue como un crimen contra un ser humano, sin embargo esto puede suponer un pequeño paso para que el maltrato animal se convierta en un delito real. Este tipo de conductas deberían ser siempre denunciadas, condenadas y publicadas para lograr que dejen de cometerse impunemente. Por suerte esta vez un vecino que se encontraba en aquel momento en el lugar de los hechos no dudó en llamar a la policía. Esperemos que la imposición de castigos y la condena social logre un efecto disuasorio ante hechos atroces como este, mientras tanto quisiera terminar con una reflexión.
"La cuestión no es "pueden hablar" sino ¿Pueden sufrir?" (Peter Singer)
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