jueves, 30 de diciembre de 2010

EL CORAZÓN DE LA CUENCA

A todo aquel que se haya acercado hasta la Cuenca Minera del Valle del Nalón, no le habrá pasado desapercibida la imagen de una de las construcciones más emblemáticas de este abrupto territorio. Se trata de un edificio de grandes dimensiones presidido por la torre central de un castillete (estructura usada en minería para sujetar las poleas) con dos galerías adosadas en los laterales. Este sitio no es otro que el Museo de la Minería de Asturias, un gigante que lleva en pie desde el año 1994 tras la iniciativa de habilitar un lugar en el que recoger toda la historia minera asturiana. 


El museo pronto se convirtió en el más visitado del Principado y en uno de los mejores museos mineros de España,  situando en el mapa al pequeño pueblo minero de El Entrego donde se encuentra ubicado. Hoy en día conserva la segunda posición y mantiene el atractivo a pesar de sus más de quince años de actividad y la creciente fama de su rival más directo, el MUJA de Colunga (Museo del Jurásico de Asturias).

Lamentablemente, el MUMI también ha sufrido las consecuencias de la economía actual y ha visto como el número de visitas descendía a lo largo del año. Las últimas noticias sobre las cuentas del museo con más solera de Asturias no dejan lugar a dudas, la demanda turística ha bajado propiciando un recorte de presupuestos que implica menos financiación para nuevos proyectos y menos dinero para promocionarse. Poco se puede hacer ante una realidad que perjudica a todos los sectores pero yo me siento en la obligación de hablar de este lugar que he tenido el privilegio de visitar y que tan impresdincible me parece para conocer la realidad del pueblo obrero asturiano.

Uno de los mayores tesoros que alberga el museo no lo encontré en ninguna de sus vitrinas sino en alguien de carne y hueso que me explicó, narró y transmitió toda la esencia de este sitio. Se trata de un guía muy especial que acabó casi por accidente trabajando en el museo ya que su verdadera profesión no era otra que la de minero. Tras prejubilarse,como la mayoría de sus compañeros, este hombre inquieto se dedicó a llenar su ocio con deporte y actividades al aire libre quizás queriendo aprovechar el tiempo perdido. Una lesión le impidió seguir con sus aficiones y el destino le llevó a terminar siendo uno de los guias del MUMI. Él mismo me orientó a lo largo de todas las estancias que componen el museo y que recorren la historia minera desde sus orígenes, cuando las máquinas e instrumentos de extracción estaban realizados en madera y funcionaban con la ayuda de animales hasta la tecnología actual. Un viaje en el tiempo cuyo punto álgido lo encontramos en la atracción estrella de la exposición. 


Se trata de un aparato conocido como “la jaula” que simula el descenso al subsuelo que realizan los trabajadores del sector. En este ascensor,  nos introducimos en las entrañas de la tierra, atravesando los túneles y pasadizos creados por la mano humana. En realidad, es la reproducción del interior de una mina, pero tremendamente realista, llegando a crear en los visitantes una angustia y claustrofobia auténtica. Siempre acompañados por el guia, nos vamos adentrando por las galerías que componen el recorrido siendo testigos de su evolución, desde los comienzos , cuando sólo contaban con  la débil sujeción de túneles de madera, hasta la actualidad con entibaciones metálicas mucho más seguras.

A pesar de lo impresionante que es estar allí, uno no deja de pensar en todos los hombres y mujeres (que también las hay), que han bajado día tras día en esa jaula sin saber si iban a volver a ver la luz del sol.Por suerte las cosas han cambiado mucho y, por lo menos en Asturias, la seguridad de los mineros ha mejorado bastante. Actualmente sus preocupaciones son bien distintas pero siguen luchando por sus derechos y creo que este lugar es un homenaje a todos ellos y también a sus familias.


Ahí va una canción dedicada a los mineros por uno de sus paisanos, sobran las palabras.


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